¿Quién es Juan Gault y que hace en Venezuela?
Por Carlo Maffat | Nevada Watchdog
LAS VEGAS, Nev. —En la novela “La Rebelión de Atlas” (Atlas Shrugged), la clase empresarial se harta de ser blanco de políticas anti-empresariales bajo un gobierno populista. El personaje central, John Gault, persuade a los creadores de la riqueza a huir hacia una región donde sus esfuerzos son reconocidos, dejando atrás al resto de la sociedad a su suerte.
Ahora, parece que Juan Gault está en Venezuela.
Clorox — la empresa química — cerró sus puertas y se sumó a la lista de empresas que han salido del país huyendo de las medidas represivas del gobierno venezolano.
Desde que el gobierno decidió congelar los precios hace 3 años, la compañía ha operado con pérdidas. Por este motivo tuvo que cerrar. Acto seguido agentes del gobierno tomaron posesión de la planta, en lo que llamaron una “ocupación temporal” provocada por el cierre sin “previo aviso”.
Para evitar represalias, los ejecutivos de Clorox abandonaron Venezuela después del cierre. El Vicepresidente Venezolano Jorge Arreaza dijo: Clorox es ahora una fábrica “liberada por los trabajadores” y se ha iniciado una investigación criminal donde recaerá todo el peso de la ley sobre responsables de haber dejado a 447 trabajadores desempleados.
Esto, después de haber sido ordenado que reanudaran sus operaciones por el Ministro de Trabajo. También advirtió a otras empresas que esas actitudes violan los derechos de la gente y no serán aceptadas.
Cuando el presidente se refiere a la clase empresarial como parásitos burgueses, no es ningún misterio que comerciantes e inversionistas busquen abandonar el país.
El control de precios y la política cambiaria han creado la inflación más alta de Latinoamérica. Un kilo de zanahorias cuesta 19.05 dólares, una Big Mac $14.60, y un par de tenis $1,198. El precio por una toalla es de $136. Las secadores de cabello 697 dólares. Y una lata de Coca-Cola 5.56 dólares, reporta la agencia Reuters.
Las elecciones tienen consecuencias y los venezolanos están ahora mirando de frente a las consecuencias no intencionadas de sus decisiones. Cualquier política económica basada en negar incentivos a los creadores de empresas está destinada al fracaso. Es la industria, no el gobierno, quien crea la riqueza tanto en Caracas como en Detroit.